Cuesta tanto decir que te quiero, tanto. Y se me pegan los labios, se me hiela la espalda.
De repente me encuentro encerrado en casa escribiendo líneas que neciamente me acogen.
Pero, ¿y si de repente te tuviera aqui a mi lado?. Diese vuelta las rocas que me pesan, te abrazara. Y en un instante nos juntaramos como esa fantasía inexplicable. Aquella fantasía que solo se cumple si se ha cumplido, y nunca más vuelve.
Dejáramos que todo fluya, y la gravedad hicera su trabajo. Y el magnetismo hace que te bese, que me beses. Y no descansemos, porque el tramo es demasiado corto como para hacerlo.
Maldigo lo que me impone mi propia conciencia, y lo que me han impuesto los inseguros males que me acechan.
Las horas me acompañan, y la soledad es mi amiga. Me lanza otro trago.
Cuesta tanto decir que te necesito, tanto, tanto. Que aparento no estar, ser, ni extrañar. Actuo como las funciones de media hora, lo hago para recibir condecoraciones de primavera.
Si las palabras fueran como las lágrimas que inevitablemente caen de estos luceros dolidos, sería todo mucho más fácil.
Y así, ignorando los astros, las liturgias, los recuerdos, las inmensas pesadillas de aquella mujer despierta que abunda en mí cada día negro...
